domingo, octubre 22, 2023

Obsesión de vivir- José Sbarra

 

Esta tristeza que nos llega con la tarde ya es moneda corriente, viene desde lejos (quizás desde nuestra infancia) a recordarnos que somos los elegidos para quienes fue reservado el dolor de las horas. ¿Qué haremos con los inviernos que restan? Con nuestra piel arrugada y los ojos vidriosos, con las lágrimas que rodarán por las solapas gastadas, con el frío de la vida que se alarga como las sombras de la tarde. ¿Qué haremos que no sea parir dolor? ¿engendrar monstruos perseguidores de nuestra propia hipocresía? ¿Qué haremos con estas vigilias interminables e infecundas, con nuestros sueños hartos de derrotas? ¿Qué haremos con los hijos que no tuvimos? ¿A dónde iremos a dar con nuestra sangre sucia? ¿Habrá algún sitio para los solitarios, para los que no compusimos sinfonías, para los que no supimos hacer estallar en colores nuestra tristeza? Para los que no hicimos concesiones, para los empecinados, para los que pretendimos el todo, la libertad absoluta y nos quedamos con el ardor de la nada. ¿Habrá piedad para los que jugamos a cara o ceca y perdimos? ¿A dónde iremos los que olvidamos sonreír en el momento necesario; los que no supimos retroceder cuando retroceder significaba avanzar? ¿Dónde acabaremos los que nuca fuimos inocentes? ¿Quién se apiadará de los desesperanzados cuando todo haya concluido y hoy mismo y esta misma tarde y en este tedioso instante quien golpeara la puerta para traer algo que no sea indiferencia, desprecio por nosotros, asco de nuestras caras o la boleta del gas? ¿En qué infierno acabaremos los equivocados, los que no fuimos genios, los que no fuimos dioses, los que sobrevivimos de prestado? que conocimos la luz y nos detuvimos a jugar con las sombras? ¿Qué será de los vencidos ilesos? ¿Qué será de los fracasados, de los que no recibimos una bofetada a tiempo o la tuvimos pero nadie se acercó a consolarnos? ¿Habrá un sol, una playa, un mar, un cielo nuevo para los desertores del rebaño que nos estrellamos las narices contra las piedras pero no nos atrevimos a regresar? ¿Qué será de los que lloramos a escondidas? ¿Habrá algún premio para los que quisimos volar más alto y no triunfamos? (pero nos defendimos a gritos cuando dijeron que era soberbia). ¿Viviremos mucho tiempo más intercambiando caretas con nuestros fantasmas? ¿Habrá piedad para los que escuchamos a todos y no entendimos a nadie; para los que la soledad no nos dio un jaque de muerte ni el amor nos dio un golpe de vida? ¿Qué haremos con este silencio insultante, con los espejos injuriosos? ¿Y que haremos con los soles nuevos? ¿continuaremos interponiendo las persianas atávicas? ¿Habrá ternura para los desarraigados, para quienes el futuro es una palabra sin sentido, para los que descubrieron con espanto que el amor es lo mejor pero no alcanza? ¿Quién nos mirará con ojos que no sean de misericordia o benevolencia? ¿Qué haremos con nuestros amaneceres abúlicos? ¿no cesaremos nunca de dejarnos caer de la cama, de quedarnos acostados en el piso, enredados aún en las sábanas, mirando puntos en el techo, recitando poemas atribulados, cantando sambas tristes como “la añera”? ¿Seguiremos asomándonos a la ventana, contando personas de a dos en dos, mirando paraguas los días de lluvia? ¿Hasta cuándo viviremos parapetados en los rincones oscuros, con la soledad como una enfermedad contagiosa? ¿Hasta cuándo nos aferraremos a las tinieblas como arañas? ¿Habrá algún sitio para los que no fuimos escuchados, para los que no supimos gritar, para los que no tuvimos la respuesta del eco en la montaña de los hombres? ¿A qué sitio iremos a dar con nuestros pocos dientes y nuestros pocos pelos que no sea de podredumbre y silencio? Tanta sangre enloquecida y caliente, tantos sueños, tanto pudor innecesario, tanto error y después tanto arrepentimiento para ser cenizas, barro inútil, cauces desolados, ahítos de piedras y de olvido. (¿O tendrá mejores matices la muerte de los muertos?) Tantos deseos de partir, de abandonar esta casa, de dejar esta suerte, de dejarse a uno mismo… ¿Cuándo gritaremos ese ¡ahora!, ¡ahora!, ¡ahora!, hasta que se descuelguen los retratos de todos los museos, hasta derribar esta casa, hasta sepultar nuestros espectros, hasta apostatar de este despiadado ocultamiento? ¡Cuántas palabras más encerradas que nosotros mismos cuántas caricias puras dentro de la piel, cuántos sonidos de amor en silencio, (cómo ensucia al sentimiento el acto) cuanto daño padecido (cómo defrauda a la intención el gesto) y cuanto nos queda por padecer todavía. ¿Cómo recuperaremos el tiempo que se nos fue esperando? ¿Cómo responderemos ahora a todo aquello que no respondimos ¿Qué ilusión podrá resistir a nuestro cansancio? ¿Qué respuestas encontraremos en las paredes? ¿Qué plegaria rezar que no contenga mentiras? ¿Qué sueño soñaremos los que nos nutrimos de letargos? ¿Qué canción entonaremos que no evoque los deseos irrealizables, los intentos fútiles? ¿Ante qué Dios nos arrodillaremos los que no aprendimos a rendir pleitesía? ¿Hasta cuándo soportaremos los relojes que marcan y fustigan los rostros, las horas de mármol y acero? Los sobrevivientes estamos condenados a respirar entre los muertos, a tocarlos con nuestras sombras innocuas. En esta casa muda ¿qué móvil existirá que nos despierte? ya acostumbrados a esperar el porvenir y siempre desesperando en cada instante. Apoyados en los alféizares, con los ojos irritados, con las manos mortecinas, mirando octubres o eneros en la calle. Y los jóvenes, la belleza, los niños, los frutos, el amor afuera… ¿De que simiente surgimos los infinitamente deshabitados? ¿Qué oráculo inexorable predijo nuestro desierto? ¿En qué juego de la infancia apostamos la inocencia? ¿En qué rayuela perdimos la esperanza y en qué escondida aprendimos a sufrir? Para los sobrevivientes no hay presencia concreta que sirva de compañía, apenas y a veces hay estériles vanaglorias de arte a simulaciones de locura envasable y vendible. El triunfo nos destruye (quizás la verdad en estado puro se halle únicamente en la desolación y el fracaso). Un sobreviviente para otro es siempre un espejismo.

miércoles, septiembre 28, 2016

Éxodo


En lo alto del día
eres aquel que vuelve
a borrar de la arena la oquedad de su paso;


el miserable héroe que escapó del combate
y apoyado en su escudo mira arder la derrota;


el náufrago sin nombre que se aferra a otro cuerpo
para que el mar no arroje su cadáver a solas;


el perpetuo exiliado que en el desierto mira
crecer hondas ciudades que en el sol retroceden;


el que clavó sus armas en la piel de un dios muerto
el que escucha en el alba cantar un gallo y otro
porque las profecías se están cumpliendo: atónito
y sin embargo cierto de haber negado todo;


el que abre la mano


                                y recibe la noche.




-José Emilio Pacheco-


sábado, septiembre 17, 2016



Poema de Álvaro de Campos (heterónimo de Fernando Pessoa)
Mi alma se ha roto como un jarrón vacío.
Se ha caído por la escalera demasiado abajo.
Se ha caído de entre las manos de la criada distraída.
Se ha caído y se ha hecho más pedazos
que loza había en
el jarrón.

¿Necedad? ¿Imposible? ¡Yo qué sé!
tengo más sensaciones que las que tenía 
cuando me sentía yo.

Soy un esparcimiento de trozos sobre una estera sin sacudir.
Hice ruido en la caída como un jarrón al romperse.
Los dioses presentes,
asomados a la barandilla de la escalera,
contemplan los trozos que su criada hizo de mí.

No se enfadan con ella.
Son tolerantes con ella.

¿Qué era yo, un jarrón vacío?

Miran los trozos absurdamente conscientes,
pero conscientes de sí mismos,
no de los trozos.

Miran y sonríen.

Sonríen tolerantes a la criada involuntaria.
Se extiende la gran escalinata alfombrada de estrellas.
Un trozo brilla,
vuelto por su exterior vidriado,
entre los
astros.

¿Mi obra? ¿Mi alma principal? ¿Mi vida?
Un trozo.
Y los dioses lo miran de un modo especial,
pues no saben
por qué se ha quedado ahí.

Lo que hay en mí es sobre todo cansancio;
No de esto ni de aquello,
ni siquiera de todo o de nada:
Cansancio tal cual, en sí mismo,
cansancio.

La sutileza de las sensaciones inútiles,
las pasiones violentas por nada,
los amores intensos por lo imaginado en alguien,
todas esa cosas
-éstas y lo que en ellas falta eternamente-;
todo esto hace un cansancio,
este cansancio,
cansancio.

Hay sin duda quien ama lo infinito,
hay sin duda quien desea lo imposible,
hay sin duda quien nunca quiere nada;
tres tipos idealistas, y yo ninguno de ellos:
Porque yo amo infinitamente lo finito,
porque yo deseo imposiblemente lo posible,
porque lo quiero todo, y un poco más si puede ser,
y hasta si no puede ser…

¿Y el resultado?
Para ellos la vida vivida o soñada,
para ellos el sueño soñado o vivido,
para ellos la media entre todo y nada;
es decir, esto…

Para mí sólo un grande,
un profundo
y, ah, con qué felicidad, infecundo cansancio,
un supremísimo cansancio,
ísimo, ísimo, ísimo,

Cansancio…
Estoy cansado,
está claro,
porque a estas alturas uno tiene que estar cansado.

De qué estoy cansado, no lo sé.
De nada me serviría saberlo,
porque el cansancio sería el mismo.

La herida duele porque duele
y no en función de la causa que la produjo.

Sí, estoy cansado,
y un poco sonriente
de que el cansancio sea sólo esto:
Ganas de dormir en el cuerpo,
un deseo de no pensar en el alma,
y por encima de todo una tranquilidad lúcida
del entendimiento retrospectivo…

¿Y cambia la lujuria al no tener ya esperanzas?
Soy inteligente: eso es todo.

He visto mucho y entendido mucho lo que he visto,
y hay un cierto placer hasta en el cansancio que esto me da,
pues al final la cabeza siempre sirve para algo.
Alvaro de Campos

jueves, noviembre 19, 2015

El Vuelo

El alto vuelo sigo
con mis manos:
honor del cielo, el pájaro
atraviesa
la transparencia, sin manchar el día.

Cruza el oeste palpitando y sube
por cada grada hasta el desnudo azul
todo el cielo es su torre
y limpia el mundo con su movimiento.

Aunque el ave violenta
busque sangre en la rosa del espacio
aquí está su estructura:
flecha y flor es el pájaro en su vuelo
y en la luz se reúnen
sus alas con el aire y la pureza.

¡Oh plumas destinadas
no al árbol, ni a la hierba, ni al
combate,
ni a la atroz superficie,
ni al taller sudoroso,
sino a la dirección y a la conquista
de un fruto transparente!

El baile de la altura
con los trajes nevados
de la gaviota, del petrel, celebro,
como si yo estuviera
perpetuamente entre los invitados:
tomo parte
en la velocidad y en el reposo,
en la pausa y la prisa de la nieve.

Y lo que vuela en mí se manifiesta
en la ecuación errante de sus alas.

¡Oh viento junto al férreo
vuelo del cóndor negro, por la bruma!
Silbante viento que traspuso el héroe
y su degolladora cimitarra:
tú guardas el contacto
del duro vuelo como una armadura
y en el cielo repites su amenaza
hasta que todo vuelve a ser azul.

Vuelo de la saeta
que es la misión de cada golondrina,
vuelo del ruiseñor con su sonata
y de la cacatúa y su atavío!

Vuelan en un cristal los colibríes
conmoviendo esmeraldas encendidas
y la perdiz sacude
el alma verde
de la menta volando en el rocío.

Yo que aprendía volar, con cada vuelo
de profesores puros
en el bosque, en el mar, en las
quebradas,
de espaldas en la arena
o en los sueños.
me quedé aquí, amarrado
a las raíces,
a la madre magnética, a la tierra,
mintiéndome a mí mismo
y volando
solo dentro de mí,
solo y a oscuras.

Muere la planta y otra vez se entierra,
vuelven los pies del hombre al
territorio,
sólo las alas huyen de la muerte.

El mundo es una esfera de cristal,
el hombre anda perdido si no vuela
no puede comprender la transparencia.

Por eso yo profeso
la claridad que nunca se detuvo
y aprendí de las aves
la sedienta esperanza,
la certidumbre y la verdad del vuelo.

-Pablo Neruda-

jueves, octubre 29, 2015

El Instante

"¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?

El presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.

Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo. 


El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno
"



-Jorge Luis Borges-


miércoles, octubre 07, 2015

Insomnio.


Tu mano apoya contra el pecho mío
¿Oyes de un rudo golpe la inquietud?...

Es que hay adentro un carpintero impío
que labra mi ataud
Y no cesa un instante el golpe fiero
y en vano intento al sueño recurrir...

Acaba, acaba, pronto, carpintero,
acaba pronto...

¡Y déjame dormir!

-Heine- 


lunes, octubre 05, 2015

En blanco y negro.


Los mendigos anónimos 
vienen del cine mudo 
posan en blanco y negro.
En la mano extendida 
en el platillo estéril 
en la gorra tumbada 
en el viejo estribillo 
en el tango que narra 
de chanfle la miseria 
está toda la historia 
esa que no sabemos.
Los mendigos anónimos 
antes tenían nombres 
y memoria y subtítulos.

Mario Benedetti.


domingo, octubre 04, 2015

Adverbios de Lugar.

Aquí es donde estoy yo.
Esté donde esté
yo siempre estoy aquí donde me ves.
Esta casa, estas caras, estas cosas
cansan, porque aquí cansa.
Aquí hace sed de irse, sed de allí.
Pero allí es el lugar donde jamás podré estar,
donde yo soy imposible.
Vaya adónde vaya,
allá donde yo llegue será aquí
y estaré ya esperándome a mí mismo
con un ramo de rosas iguales en la mano.

Ahí es tu aquí.
Ahí parece un grito porque es donde te duele.
Yo quiero estar ahí, donde estás tú,
tú aquí o, mejor, los dos allí, remotos, juntos
porque lo vivo es lo junto.
Ahí hay el amor que no hay aquí.
Esas cosas tocadas por tus manos,
eso que piensas, dices, callas, sueñas,
esos lugares donde estás sin mí,
eso deseo, eso necesito.
Y ser tu ahí, tu aliento intercalado.

Allí es la salvación, el espejismo
nacido de la sed de estar aquí.
Allí sí que seríamos felices,
donde tu aquí y mi ahí estarían juntos,
comerían perdices que no existen.
Allí es la lluvia aquella
que cae sobre este páramo sediento.
Allí es Jauja, el Dorado.
No hay palabras
que puedan dar idea de aquel sitio.
Las palabras son éstas, nunca aquéllas.

Yo estoy aquí y tú ahí y allá nosotros cuándo.
Esto es piedra. Eso es seda. Aquello es mar.

Aquí, hogar imposible, íntima ausencia,
odiado domicilio, cárcel del cada día.

Ahí, calor del tú, tu vida mía,
tesoro de tu isla, aire de amor.

Allí, donde no estamos, llueve sobre la vida
que nunca será nuestra y nos aguarda.


(Adverbios de lugar, 2004. Juan Vicente Piqueras)






     -Pares o Nones-

Miro tus manos tranquilas

y que los pozos más claras.
¡Tan negras las paraparas
relucen cual tus pupilas!
Tú las recoges. Vacilas
mientras la risa despuntas;
tu voz me tira sus puntas
y a pleno sol meridiano
cerrando toda la mano:
«Cuántas habrá?», me preguntas.

Clavel de trémulos dones
pone a sangrar tu corpiño,
y hasta mi propio cariño
juegas al pares y nones.
Quiza te muevan razones
que confesar no has querido;
por eso al verme perdido
dices con aire señero:
«Si tengo pares, te quiero;
si tengo nones, te olvido.»

Tiras mi suerte en azares
que son un grave tormento;
tus dedos cuento y recuento
y van saliéndome pares.
De dos en dos tus lunares
llevan atrás mis antojos.

Pares tus ósculos rojos
que le robé a la fortuna,
y como aljibes con luna
me dicen pares tus ojos.

Hasta los dengues sencillos
en ti son mimos ardientes,
y pues son pares tus dientes,
pares tambien tus zarcillos,
pares los blancos tobillos,
pares los senos saltones;
pienso por muchas razones
que tu cariño me gano.
Pero al abrirte la mano,
tu corazón dice «¡nones!»

(Del poeta venezolano Ernesto Luis Rodriguez)






viernes, octubre 02, 2015

       Honda es la noche.

Honda es la noche y no nos basta amar

cuando en la sangre sola se estremece,
como el niño que fuimos, la inocencia
al ver en qué nos hemos convertido.

Honda es la noche. 
Nos duelen los ojos desalentados. 
Dime si nos vale la pena
esta felicidad agazapada,
este oficio cobarde, este ir tirando.

Honda es la noche y ya nada nos basta
sino amar el amor y hacernos daño.

(La latitud de los caballos) 1999
Juan Vicente Piqueras





lunes, septiembre 28, 2015


 Ayer en la noche.
(keis_luvin)

Disculpa la fecha
la hora, el día;
disculpa los años
las melancolías;
disculpa las veces
que nunca te quise;
disculpa si estuve,
pero no me viste.

Disculpa si estoy
y sigo sobrando;
disculpa si estoy
y sigo faltando.

Ayer en la noche
no quise quererte,
pero cómo explico
que es tan diferente
besarte los ojos
besarte la frente,
ser tuyo en tus labios
y actuar fríamente
pensándolo todo
para no ofenderte
estudiando todo
para no perderte,
pero al mismo tiempo
también complacerme.

Te sigo queriendo
Y quiero quererte.

Del poeta: Dennis Rodríguez.


http://www.predicado.com/work.php?id=246371

miércoles, septiembre 23, 2015

Los Heraldos negros.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... 
¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; 

como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el Alma... 

¡Yo no sé!

Son pocos; 

pero son... 
Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero 

y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los Heraldos Negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna Fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... 

Pobre... 
¡Pobre! 
Vuelve los ojos, 
como cuando por sobre el hombro 
nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, 

y todo lo vivido se empoza, 
como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... 

¡Yo no sé!


-De: César Vallejo, 1918-









jueves, septiembre 10, 2015


Te Amo... 



Te amo,
te amo de una manera inexplicable,
de una forma inconfesable,
de un modo contradictorio.

Te amo
con mis estados de ánimo que son muchos,
y cambian de humor continuamente.
por lo que ya sabes,
el tiempo, la vida, la muerte.

Te amo...
con el mundo que no entiendo,
con la gente que no comprende,
con la ambivalencia de mi alma,
con la incoherencia de mis actos,
con la fatalidad del destino,
con la conspiración del deseo,
con la ambigüedad de los hechos.

Aún cuando te digo que no te amo, te amo,
hasta cuando te engaño, no te engaño,
en el fondo, llevo a cabo un plan,
para amarte mejor.

Te amo...
sin reflexionar, inconscientemente,
irresponsablemente, espontáneamente,
involuntariamente, por instinto,
por impulso, irracionalmente.

En efecto no tengo argumentos lógicos,
ni siquiera improvisados
para fundamentar este amor que siento por ti,
que surgió misteriosamente de la nada,
que no ha resuelto mágicamente nada,
y que milagrosamente, de a poco, con poco y nada
ha mejorado lo peor de mí.

Te amo,
te amo con un cuerpo que no piensa,
con un corazón que no razona,
con una cabeza que no coordina.

Te amo
incomprensiblemente,
sin preguntarme por qué te amo,
sin importarme por qué te amo,
sin cuestionarme por qué te amo.

Te amo
sencillamente porque te amo,
y yo mismo no sé por qué te amo.


-Pablo Neruda-