jueves, octubre 29, 2015

El Instante

"¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?

El presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.

Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo. 


El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno
"



-Jorge Luis Borges-


miércoles, octubre 07, 2015

Insomnio.


Tu mano apoya contra el pecho mío
¿Oyes de un rudo golpe la inquietud?...

Es que hay adentro un carpintero impío
que labra mi ataud
Y no cesa un instante el golpe fiero
y en vano intento al sueño recurrir...

Acaba, acaba, pronto, carpintero,
acaba pronto...

¡Y déjame dormir!

-Heine- 


lunes, octubre 05, 2015

En blanco y negro.


Los mendigos anónimos 
vienen del cine mudo 
posan en blanco y negro.
En la mano extendida 
en el platillo estéril 
en la gorra tumbada 
en el viejo estribillo 
en el tango que narra 
de chanfle la miseria 
está toda la historia 
esa que no sabemos.
Los mendigos anónimos 
antes tenían nombres 
y memoria y subtítulos.

Mario Benedetti.


domingo, octubre 04, 2015

Adverbios de Lugar.

Aquí es donde estoy yo.
Esté donde esté
yo siempre estoy aquí donde me ves.
Esta casa, estas caras, estas cosas
cansan, porque aquí cansa.
Aquí hace sed de irse, sed de allí.
Pero allí es el lugar donde jamás podré estar,
donde yo soy imposible.
Vaya adónde vaya,
allá donde yo llegue será aquí
y estaré ya esperándome a mí mismo
con un ramo de rosas iguales en la mano.

Ahí es tu aquí.
Ahí parece un grito porque es donde te duele.
Yo quiero estar ahí, donde estás tú,
tú aquí o, mejor, los dos allí, remotos, juntos
porque lo vivo es lo junto.
Ahí hay el amor que no hay aquí.
Esas cosas tocadas por tus manos,
eso que piensas, dices, callas, sueñas,
esos lugares donde estás sin mí,
eso deseo, eso necesito.
Y ser tu ahí, tu aliento intercalado.

Allí es la salvación, el espejismo
nacido de la sed de estar aquí.
Allí sí que seríamos felices,
donde tu aquí y mi ahí estarían juntos,
comerían perdices que no existen.
Allí es la lluvia aquella
que cae sobre este páramo sediento.
Allí es Jauja, el Dorado.
No hay palabras
que puedan dar idea de aquel sitio.
Las palabras son éstas, nunca aquéllas.

Yo estoy aquí y tú ahí y allá nosotros cuándo.
Esto es piedra. Eso es seda. Aquello es mar.

Aquí, hogar imposible, íntima ausencia,
odiado domicilio, cárcel del cada día.

Ahí, calor del tú, tu vida mía,
tesoro de tu isla, aire de amor.

Allí, donde no estamos, llueve sobre la vida
que nunca será nuestra y nos aguarda.


(Adverbios de lugar, 2004. Juan Vicente Piqueras)






     -Pares o Nones-

Miro tus manos tranquilas

y que los pozos más claras.
¡Tan negras las paraparas
relucen cual tus pupilas!
Tú las recoges. Vacilas
mientras la risa despuntas;
tu voz me tira sus puntas
y a pleno sol meridiano
cerrando toda la mano:
«Cuántas habrá?», me preguntas.

Clavel de trémulos dones
pone a sangrar tu corpiño,
y hasta mi propio cariño
juegas al pares y nones.
Quiza te muevan razones
que confesar no has querido;
por eso al verme perdido
dices con aire señero:
«Si tengo pares, te quiero;
si tengo nones, te olvido.»

Tiras mi suerte en azares
que son un grave tormento;
tus dedos cuento y recuento
y van saliéndome pares.
De dos en dos tus lunares
llevan atrás mis antojos.

Pares tus ósculos rojos
que le robé a la fortuna,
y como aljibes con luna
me dicen pares tus ojos.

Hasta los dengues sencillos
en ti son mimos ardientes,
y pues son pares tus dientes,
pares tambien tus zarcillos,
pares los blancos tobillos,
pares los senos saltones;
pienso por muchas razones
que tu cariño me gano.
Pero al abrirte la mano,
tu corazón dice «¡nones!»

(Del poeta venezolano Ernesto Luis Rodriguez)






viernes, octubre 02, 2015

       Honda es la noche.

Honda es la noche y no nos basta amar

cuando en la sangre sola se estremece,
como el niño que fuimos, la inocencia
al ver en qué nos hemos convertido.

Honda es la noche. 
Nos duelen los ojos desalentados. 
Dime si nos vale la pena
esta felicidad agazapada,
este oficio cobarde, este ir tirando.

Honda es la noche y ya nada nos basta
sino amar el amor y hacernos daño.

(La latitud de los caballos) 1999
Juan Vicente Piqueras