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Se van yendo las cosas en un ritual tranquilo.
No sé si desaparecen o sólo cambian de lugar. Pero cada vez son menos las cosas y parecen perderse alrededor de mí en una blanca neblina.
Esa luz de la tarde las protege.
Los días se van llevando las cosas que he querido. Con pasos secretos, a mi espalda se desvanecen. Las cosas pequeñas, provisionales. Las cosas que supuse que eran mías.
Y cada vez me siento más solo, pero más ligero. Un emigrante, digamos, que va perdiendo su equipaje pero no lo lamenta.
Creo que mi vida ha sido un ir dejando cosas extraviadas, inútiles y queridas en lugares que he olvidado.
Jorge Fernández Granados
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